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jueves, 29 de noviembre de 2012

La Luna y el hijo de Dédalo.




Cuando el Sol se esconde por el Oeste a temprana hora de la tarde, la Luna le sigue el rastro asomando por el Este........





Asomando timidamente.........



.......y mirandonos a través de la húmeda vegetación envuelta ya en la sombras de la noche.



Atras las huellas del dilúvio











El Gran Señor de los Arboles "Basajaum", caido, pero inmovil ante la tenacidad de las aguas, allí sigue, con sus verdes hojas como si no quisiera morir de momento.



Continuamos nuestro camino para comprobar los daños producidos en nuestra zona 0, la zona Zulú, son cerca de las 21h 30´y el frio proveniente del Norte se deja notar sobre nuestras adolescentes mejillas llenas de acné "pajillero", pero........, no hay dolor SEÑOR, SI SEÑOR......



la zona 0, zona Zulú, también ha resultado ser victima de la furia de las aguas..........(joder tios, si lo hubiesemos sabido no habriamos sacado el "zúlo" en Septiembre, joder)

http://www.supervivencia-y-naturaleza.com/t12961-encuentros-en-la-noche-2-parte-la-continuacion



La noche nos envuelve completamente, gracias a la luz lunar somos capaces de ver sin problemas, las Fenix, guardadas, que gastan pilas.



Peerooooooo................, no hay miedo, no hay temor, a pesar de la noche, por que.........



......una sombra se vislumbra en la oscuridad......
.......gozamos de buena compañia, alguien nos acompaña, alguien revolotea a nuestro alrededor, alguien vela por nosotros desde las alturas...............un gran Angel, está con nos.......y no és un Angel caido, es............





¡¡¡ Ícaro !!!, el hijo de Dédalo.



 
Dédalo
consiguió escapar de su prisión, pero no podía abandonar la isla por
mar, ya que el rey mantenía una estrecha vigilancia sobre todos los
veleros, y no permitía que ninguno navegase sin ser cuidadosamente
registrado. Dado que Minos, el rey, controlaba la tierra y el mar,
Dédalo se puso a trabajar para fabricar alas para él y su joven hijo
Ícaro. Enlazó plumas entre sí empezando por las más pequeñas y añadiendo
otras cada vez más largas, para formar así una superficie mayor.
Aseguró las más grandes con hilo y las más pequeñas con cera, y le dio
al conjunto la suave curvatura de las alas de un pájaro. Ícaro, su hijo,
observaba a su padre y a veces corría a recoger del suelo las plumas
que el viento se había llevado, y tomando cera la trabajaba con sus
dedos, entorpeciendo con sus juegos la labor de su padre. Cuando al fin
terminó el trabajo, Dédalo batió sus alas y se halló subiendo y
suspendido en el aire. Equipó entonces a su hijo de la misma manera, y
le enseñó cómo volar. Cuando ambos estuvieron preparados para volar,
Dédalo advirtió a Ícaro que no volase demasiado alto porque el calor del
sol derretiría la cera, ni demasiado bajo porque la espuma del mar
mojaría las alas y no podría volar. Entonces padre e hijo echaron a
volar.



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